Aranceles: el salvavida de plomo del capitalismo
La bestia está herida de gravedad, pero eso la hace más peligrosa e impredecible que nunca. Como planteó Lenin, “el imperialismo oculta sus objetivos peculiares -la conquista de colonias, mercados, fuentes de materia prima y esferas de influencia- con ideas tales como «la salvaguarda de la paz contra los agresores», «la defensa de la patria», «la defensa de la democracia», etcétera. Estas ideas son falsas de cabo a rabo. Todo socialista tiene la obligación de no apoyarlas sino, por el contrario, de desenmascararlas ante el pueblo. Lo que deben hacer los socialistas es aprovecharse de la lucha de los bandidos para derrocarlos a todos.”
Aranceles: el salvavida de plomo del capitalismo
Nico Fuentes

Luego del impacto y el temor inicial provocado por la guerra arancelaria impuesta por el Gobierno de Donald Trump al mundo, comienzan a visualizarse las respuestas de los distintos actores mundiales, y con ello, los efectos inmediatos y futuros de la asonada imperialista. El objetivo declarado por Trump para que Estados Unidos vuelva a ser una potencia productiva, lo cual es imposible en el actual contexto de globalización, constituye un intento desesperado por mantener la hegemonía mundial amenazada por el avance continuo y decisivo de China.
Hace 50 años el sector manufacturero estadounidense concentraba el 25 % de la fuerza laboral y hoy apenas alcanza a un 8 %. Con la guerra arancelaria, Trump espera que las grandes empresas que emigraron al exterior para bajar los costos de producción y maximizar la ganancia, retornen a Estados Unidos. Mantener la hegemonía mundial, para Trump, requiere transformar nuevamente a Estados Unidos en una potencia manufacturera.
Lo anterior, resulta inviable considerando que el capital no tiene patria. Que la dinámica que lo constituye es el lucro, maximizar la ganancia, para lo cual migraron en los últimos años, fundamentalmente a China. Hoy, la potencia productiva es el gigante asiático. Por ello, el destinatario principal de esta guerra, en esta etapa comercial, es China (La guerra comercial lleva a la guerra militar).
Trump, esperando asestar un golpe decisivo a China impuso aranceles progresivos que alcanzaron en pocos días un 145 % a los productos exportados desde el gigante asiático. Lo que no esperaba el presidente estadounidense es la respuesta contundente de China, que además de aplicar un arancel de 125% a los productos de Estados Unidos, comenzó una venta masiva de bonos del tesoro (posee alrededor de US$759.000 millones de bonos de deuda de EE.UU.), suspendió las exportaciones de seis metales pesados de tierras raras y sus derivados, esenciales para industrias estratégicas de automoción, aeroespacial y defensa (China produce el 90 por ciento del suministro mundial), redujo las importaciones de películas de Hollywood y ordenó a sus aerolíneas que no acepten más entregas de aviones Boeing, entre otras medidas. Además, el gobierno chino advirtió que «Si lo que Estados Unidos quiere es una guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos listos para luchar hasta el final».
Impactos inmediatos
La guerra de los aranceles, tuvo un impacto inmediato y puso al mundo ante la posibilidad cierta de una recesión de las principales economías del planeta. Las más afectadas fueron las bolsas asiáticas: el índice Nikkei, de Japón, tuvo pérdidas del 4% y el Hang Seng, de Hong Kong, cayó un 1.5%. En el sector automotriz, Nissan perdió 4.03%, Mazda 3.55%, Suzuki 3.52%, Toyota 3.13%, Honda 3.07%, Mitsubishi 3.01% y Subarú un 2.42%.
En Wall Street, los principales índices tuvieron pérdidas: el Nasdaq un 2.26%, S&P 500 1.29% y el Dow Jones de Industriales un 0.68%. Por sectores, los bienes esenciales y los servicios públicos registraron ligeras alzas de 0.79% y 0.69%, respectivamente. En contraste, los bienes no esenciales cayeron 2.82%, el sector tecnológico perdió 2.43% y el de comunicaciones 2.02%. Entre las empresas más afectadas del Dow Jones destacaron Nvidia, Amazon y Salesforce, con caídas de entre 5.05% y 3.08%.
En Europa, las bolsas se derrumbaron en alrededor de un 1.5%. En México, el índice S&P/BMV IPC, que agrupa las acciones con mayor volumen de negociación en el país, descendió un 1.39%.
Trump incluso está recibiendo “fuego amigo” desde el Fondo Monetario Internacional (FMI). Kristalina Georgieva, directora ejecutiva de la entidad declaró que “la incertidumbre de la política comercial está literalmente por las nubes» y agregó que parece evidente que la tasa arancelaria efectiva de Estados Unidos se ha elevado hasta niveles que no se habían visto en varias generaciones. “La resiliencia de países que sobrevivían a grandes ‘shocks’ gracias a unos fundamentos sólidos y a políticas ágiles se ve puesta a prueba de nuevo por el reseteo del sistema internacional de comercio”. Indicó.
Ante este panorama, y especialmente por la contundente respuesta de China, Donald Trump se vio obligado a recular y eximió de aranceles recíprocos a los teléfonos inteligentes, computadores portátiles, unidades de disco y sistemas de procesamiento automático de datos, dispositivos semiconductores, equipos, chips de memoria y pantallas planas. La presión interna, de las empresas tecnológicas y la desconfianza creciente y generalizada de los estadounidenses, ante los efectos adversos de las medidas arancelarias, han ido minando el entusiasmo y grandilocuencia inicial por el denominado “Día de la Independencia Económica de Estados Unidos”, proclamado por Trump.
Contrariamente, en China existe una cohesión social y política en torno al liderazgo del presidente Xi Jinping, sustentada en políticas de Estado que benefician a la mayoría del pueblo (Entre 1981 y 2015, se redujo la pobreza de un 88 a un 1 por ciento y de 2013 a la actualidad casi 100 millones de chinos han salido de la pobreza extrema).
Como explica en Sputnik, Humberto Morales, historiador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, China es un país gobernado por un Partido Comunista fuerte que tiene una gran presencia y aprobación entre sus más de 1.400 millones de habitantes.
«El Gobierno de China cuenta con una Presidencia y con un liderazgo muy grande que da estabilidad política, lo que no ocurre en Estados Unidos ni en Europa. El problema de los países occidentales es que sus democracias se están cayendo y tienen conflictos internos, mientras que China ha sido un país monolítico durante los últimos 70 años», indica.
Coincide con él, el profesor de economía de la UNAM, Oscar Rojas quien plantea que China, a diferencia de EE.UU. es una República Popular que entiende que los procesos económicos tienen una dimensión a escala global. Prueba de ello, es que a pesar de la competencia entre las mismas ciudades chinas en cuanto a producción, «siempre se respeta la proyección de conjunto», algo que contrasta con la estructura política de Estados Unidos y del mundo occidental, en general, «que tiene democracias formales, pero que son oligarquías sustantivas».
La situación no es fácil para el mundo y tampoco para Trump, cuya personalidad se torna cada vez más cambiante y volátil. El 16 de abril amenazó a China con aranceles de 245 % por ciento, para luego señalar el 17 de abril, que se resistía a seguir aumentándolos y sugirió que podría estar abierto a reducirlos. “Llegará un momento en que no quiero que suban más porque llega un punto en que la gente no compra. Puede que quiera bajar porque, ya sabes, quieres que la gente compre”, sostuvo. Luego, con su narcicismo acostrumbrado dio a entender que desde el gobierno chino habrían intentado comunicarse con él para solucionar el problema. Ante las consultas de los periodistas para que precisara qué autoridad había tratado de contactarse, respondió con evasivas. Lo cierto, es que a diferencia de Trump la posición del gobierno chino ante la embestida arancelaria ha sido clara, fuerte y consistente.
La razón de fondo
La denominada guerra comercial, se da en un contexto y a la vez es consecuencia de una aguda crisis del capitalismo, una crisis que en términos objetivos debería ser de carácter terminal. Si bien, las condiciones objetivas están dadas para ello, las condiciones subjetivas para la destrucción del sistema y la construcción de una alternativa socialista aún están al debe. Al carácter multifacético de la crisis, en términos económicos, políticos, sociales y ambientales, se suma el más importante para el capital: la baja sostenida de la tasa de ganancia, que es de carácter irreversible, dado el actual desarrollo de las fuerzas productivas. El reemplazo progresivo de la fuerza de trabajo humana por el desarrollo tecnológico (computación, robótica e inteligencia artificial), genera una disminución continua de la ganancia, porque es la fuerza de trabajo humana la que produce plusvalía.
Como señala Andrés Piqueras, Doctor en Sociología de la Universidad de Valencia, hay una tendencia a la innovación tecnológica acelerada, intensiva en capital con una utilización cada vez menor de fuerza de trabajo por unidad de capital invertido, que es la única fuente de valor y plusvalor. “estamos en el momento histórico en que las fuerzas productivas no pueden desarrollarse más dentro de las propias relaciones de producción vigentes y con ello la actual crisis se torna en sistémica”.
En el Manifiesto Comunista, Marx lo explica de manera clara: “la ruptura del reparto del mundo y las crisis de sobreproducción llevan a las guerras comerciales y militares por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas (…), por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos”, Y agrega que en esas guerras, la clase obrera debe rechazar cualquier alianza con su propia burguesía: “los obreros no tienen patria”.
Ante la profundidad de la crisis, al capital no le queda otra alternativa que la guerra, que es en sí misma un gran negocio, y a través de la cual, pretende apoderarse de nuevos territorios y recursos naturales. El imperialismo norteamericano y europeo muestra su verdadero rostro, que los define como lo que siempre han sido: piratas, rateros y genocidas. Por ello, están en guerra proxy con Rusia, utilizando al nazi-sionista Zelenski, tras el mismo sueño de Napoleón y Hitler de apropiarse del país más grande y rico del planeta. De paso, querían eliminar el poderío militar de una potencia nuclear, para ir después por el plato de fondo: China. Les ha ido mal, porque el ejército ruso ha derrotado a Ucrania y a las fuerzas de la OTAN que han participado de forma directa. Aún así, los europeos, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania, pretenden seguir la guerra contra Rusia. Con el genocidio palestino en Israel quieren apoderarse del gas frente a la Franja de Gaza y con la anunciada guerra contra Irán pretenden tomar el control del Estrecho de Ormuz y de paso destruir al enemigo principal del estado sionista de Israel en la región. El fortalecimiento de alianzas con Japón, Corea del Sur y Australia tiene como objetivo incrementar la política belicista en el Pacífico Sur y cercar a China. Lo cierto, es que la guerra, incluso nuclear, ya no es sólo una opción para los capitalistas. Es la propia dinámica de la crisis del capitalismo la que los lleva a la autodestrucción, independientemente de lo que quieran o no.
La lucha entre Estados Unidos contra China, no es un enfrentamiento sólo por la hegemonía mundial y tampoco es una pugna de carácter intercapitalista. Lo que hay en China es un socialismo (capitalismo monopólico de estado) o socialismo de mercado, que está superando a Estados Unidos en todos los terrenos.
Como sostiene Sebastián Schulz, especialista en Estudios Chinos, a fines de los setenta Deng Xiaoping impulsó políticas de reforma y apertura que incluían una fuerte transformación y modernización de la economía nacional, al reemplazar la planificación centralizada extrema por una economía de mercado socialista. Se mantuvo la política de planes quinquenales iniciados por Mao y el control estatal de los sectores clave de la economía (finanzas, petróleo, energía, propiedad de la tierra, entre otros) y se desarrolló una transición de una economía cerrada a una abierta, de una economía planificada a una de mercado, de una sociedad rural a una urbana y de una economía principalmente agrícola a una industrial.
“No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”, dijo Deng. En occidente se dio a esta frase una lectura interesada, en el sentido que no importaba si el modelo era más socialista o más capitalista. Como bien señala Schulz, Deng nunca dijo que “no importa que sea un gato o un perro”. Siempre habló de un gato (el socialismo con características chinas). Hay una reivindicación del modelo socialista con características chinas.
El crecimiento económico y el desarrollo logrado por China en todos los planos, a partir de la implementación de los cambios señalados, no hubieran sido posibles sin la Revolución en 1949. Sin embargo, era necesario desarrollar al máximo las fuerzas productivas, como lo ha hecho China. Un concepto central en Marx es la idea que es necesario desarrollar al máximo las fuerzas productivas para superar el capitalismo. El desarrollo de éstas en el capitalismo crea un potencial productivo que eventualmente entra en conflicto con las limitaciones del sistema, lo que conduce a crisis y eventualmente a su sustitución por un sistema más avanzado.
En la última década y media, China ha sido el motor principal del crecimiento económico del mundo, aportando el 35% del crecimiento del PIB nominal mundial. En el primer trimestre de 2025, previo al alza de aranceles, alcanzó un PIB de 5,4 %. Como ha señalado el presidente Xi Jinping, “China tiene una economía vibrante, pero el capital jamás estará por encima del pueblo. No es el mercado quien dicta el rumbo en la nación, sino el Partido (Comunista) y la planificación estatal. Aquí los empresarios no gobiernan, obedecen. No hay espacio para las oligarquías que en otros países saquean la riqueza común. Socialismo no significa ausencia de mercado, significa que el mercado sirve al bienestar de la sociedad, no a los bolsillos de unos cuantos”.
Sin lugar a dudas, el imperialismo ve con temor que un proyecto socialista impulsado y liderado por el Partido Comunista de China, que lo está superando en todos los ámbitos, se transforme en una alternativa al capitalismo. Es un muy mal ejemplo que hay que combatir de manera decidida y a cualquier precio. Por ello, a la política belicista en el Asia Pacífico, ahora ha sumado América Latina, a la cual considera su patio trasero. La irrupción en Panamá para tomar el control del canal y expulsar a China, exigiendo además al gobierno panameño que renunciara a la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China, es un ejemplo elocuente. Lamentablemente, como era de esperar, el gobierno del empresario Raúl Mulino acató sumisamente la orden del imperio. Ahora Trump ha planteado a los demás países del continente, que deben seguir el ejemplo de Panamá: elegir entre China y Estados Unidos.
La bestia está herida de gravedad, pero eso la hace más peligrosa e impredecible que nunca. Como planteó Lenin, “el imperialismo oculta sus objetivos peculiares -la conquista de colonias, mercados, fuentes de materia prima y esferas de influencia- con ideas tales como «la salvaguarda de la paz contra los agresores», «la defensa de la patria», «la defensa de la democracia», etcétera. Estas ideas son falsas de cabo a rabo. Todo socialista tiene la obligación de no apoyarlas sino, por el contrario, de desenmascararlas ante el pueblo. Lo que deben hacer los socialistas es aprovecharse de la lucha de los bandidos para derrocarlos a todos.”