La burguesía no defrauda

Ante las recientes declaraciones de Evelyn Matthei, no cabe sorpresa. Cuando afirma sin pudor que “la dictadura fue dura, pero necesaria”, no está cometiendo un error de forma ni un lapsus: está reafirmando una visión de mundo que ha sostenido con plena coherencia de clase a lo largo de su vida pública.

La burguesía no defrauda

Delfo Acosta

                                                                                                         

Ante las recientes declaraciones de Evelyn Matthei, no cabe sorpresa. Cuando afirma sin pudor que “la dictadura fue dura, pero necesaria”, no está cometiendo un error de forma ni un lapsus: está reafirmando una visión de mundo que ha sostenido con plena coherencia de clase a lo largo de su vida pública.

No se trata de un exabrupto aislado, sino de una expresión ideológica clara, en defensa de un modelo social y político que asegura los privilegios de unos pocos a costa del sufrimiento de las grandes mayorías. Matthei no habla sólo como alcaldesa ni como figura de la derecha: lo hace como hija de Fernando Matthei, ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), quien fue además, miembro de la Junta Militar que encabezó la dictadura cívico-militar en Chile. Matthei fue cómplice y beneficiario directo del golpe de Estado y del régimen de terrorismo institucionalizado que violó sistemáticamente los derechos humanos. Las palabras de su hija no solo son una defensa del legado familiar, son una reivindicación del orden dictatorial que garantizó la dominación de su clase.

Y mientras la derecha aplaude en silencio, el progresismo se apresura a escandalizarse, intentando llevar agua a su molino en plena carrera electoral. Pero no basta con frases indignadas ni con calculadas condenas públicas. Muchos de esos sectores han terminado administrando el mismo modelo que dicen rechazar. El oportunismo no puede reemplazar la consecuencia, y menos aun cuando lo que está en juego es la memoria, la justicia y el futuro de los pueblos.

En este contexto, lo verdaderamente urgente no es detenerse en la indignación estéril, sino recobrar el carácter de clase que debe orientar nuestras luchas presentes y futuras. Necesitamos claridad política, organización consciente y voluntad colectiva para enfrentar las condiciones que nos oprimen.

Porque mientras ellos se mantienen firmes en la defensa de sus privilegios y en la justificación de su historia, a nosotros nos corresponde reafirmar los intereses de la clase trabajadora, de los pueblos que resisten, de quienes han sido históricamente excluidos. Es tiempo de levantar con fuerza nuestras banderas, con la esperanza activa de que otro mundo es posible, y con la certeza que sólo el pueblo organizado y consciente podrá conquistarlo.