PROGRESISMO REVOLUCIONARIO O REACCIONARIO

Las instituciones y valores del Estado burgués no sirven para resolver los momentos de ruptura en las sociedades con antagonismos. Son las revoluciones y las guerras los instrumentos para dirimir los conflictos objetivos que requieren saltos en el desarrollo. La democracia representativa, siendo uno de los productos más genuinos del sistema capitalista, sólo sirve para resolver los conflictos dentro del sistema, no para superarlos. El progresismo, como una variante política más de izquierda dentro del capitalismo, es incapaz de resolver los problemas estructurales del sistema en crisis. Si no se inclina por el lado revolucionario necesariamente se irá a la vereda reaccionaria.
PROGRESISMO REVOLUCIONARIO O REACCIONARIO
José Leiva
[La burguesía]Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad.
(Manifiesto Comunista, C. Marx y F. Engels)
La obstinación de la élite gobernante de empecinarse en llevar adelante su proyecto, que es el mismo plasmado en el borrador de la Nueva Constitución y que fue rotundamente rechazado por nuestro pueblo, hace necesario mirar con mayor profundidad los detalles de los dos artículos matrices. La plurinacionalidad con su pluriculturalidad y el Estado Social.
El abrumador rechazo al proyecto constitucional se debió más a que el texto era poco entendible y que el pueblo no vio reflejados en él sus intereses reales, que a una conciencia clara de lo que se estaba votando. La conciencia social espontánea de las masas siempre se inclina hacia lo seguro y no a un “paraíso prometido” del cual siempre desconfía. La conciencia de nuestro pueblo es predominantemente pequeñoburguesa por las características que emanan de su vínculo, tanto con la producción, como por su entorno social. Tiene su origen en las políticas neoliberales que impuso el imperialismo a sangre y fuego durante la dictadura militar, hace ya casi medio siglo.
Aparentemente, el intento de forzar la plurinacionalidad, la que no se condice con la realidad de Chile, buscaba dar un carácter menos discriminatorio hacia los pueblos originarios. No es el caso de Bolivia, Ecuador, Perú e incluso Colombia en que los pueblos originarios mantienen, además de su cultura, formas económicas y estilos de vida que los constituyen como nación, sin importar que no sean dominantes o influyentes en la sociedad de sus países. Persisten como pueblos, mientras sean tolerados por el poder dominante (burgués) y en la medida que mantengan una capacidad de resistencia.
En Chile sólo el pueblo mapuche puede tener una incidencia de ese tipo, pero muy menor. La macrozona económica sur es una determinación estratégica del poder económico de las grandes empresas e inversiones de capitales. Es una zona estratégica, a partir de la crisis de 2008 (aún vigente y cada vez más profunda), donde se pretende reanimar una economía estancada.
No obstante, un sector del pueblo Mapuche por su cosmovisión, donde lo espiritual y terrenal están estrechamente unidos como un todo, se resiste a abandonar el modo de vida que practican desde tiempos remotos conduciéndolos prácticamente a una guerra con quienes pretenden desplazarlos y aniquilarlos como “nación”. Por el gran potencial económico que tiene la macrozona sur es ideal para generar beneficios a los grandes capitales, sin embargo, para 2023 los proyectos de inversión están prácticamente en cero debido a la resistencia del pueblo mapuche. Es una seria amenaza para la inserción de la actividad productiva en esa zona, y es un hecho objetivo, que el capitalismo no tolera otro modo de vida que no sea el de la burguesía, y menos un modo de producción que no sea el capitalista.
El planteamiento de la plurinacionalidad y pluriculturalidad tiene una connotación ideológica que niega, disfraza u oculta que los problemas de la sociedad chilena tienen un origen de clase y los transfiere a ámbitos culturales, raciales, étnicos, de género, medioambientales y entre pueblos. Todo fenómeno de antagonismo social tiene una raíz económica y, por ende, de clase, que se manifiesta de las más diversas formas ideológicas para justificar el dominio o poder.
Estas ideas y teorías impulsadas por el progresismo no son antojadizas. Provienen del propio desarrollo de la crisis del capitalismo, y es la forma como pretenden salvarlo. Es la propia limitación de la teoría, que no puede ver soluciones fuera del ámbito del sistema en que se originó.
La sobreproducción de mercancías, dentro de éstas las del propio capital, ha ralentizado la economía. Es en la circulación de las mercancías donde se produce el incremento del capital. Sin circulación éste no se reproduce ni se incrementa, lo que implica la muerte del sistema. Por ello, se invierte en tecnologías que automatizan la producción y abaratan costos de producción. La paradoja es que el capital constante (y fijo), al cual pertenecen las tecnologías y maquinarias, no incrementa el dinero para usarlo como capital. Es la parte del capital variable, es decir, el que se invierte en la fuerza viva (trabajadores), la que genera plusvalía o renta de capital. El uso cada vez menor de la fuerza viva de trabajo en la producción, privilegiando la tecnología para su automatización, es una ley del capitalismo. Los capitalistas inevitablemente recurren a esto en momentos de crisis para disminuir costos de producción, pero lo cierto es que solo alargan la agonía del sistema, porque va implícito en ella la disminución de la tasa de ganancia.
Sin embargo, hay que hacerse la pregunta ¿qué pasa con la masa sacada del proceso productivo que aumenta cada vez de manera más vertiginosa?
El Estado Social, el otro artículo esencial del proyecto constitucional, juega el rol fundamental para hacerse cargo de esta gran masa improductiva. En la Constitución, el Estado es el que debe garantizar el bienestar de la población en aspectos básicos como salud, vivienda, alimentación, vestuario, educación y recreación. ¿De dónde se obtendrá el dinero para estos “beneficios” de la población improductiva? Como se establece en los diferentes artículos del borrador, de los impuestos a los productores privados.
La sobreproducción de mercancías, que sobrepasa con creces las necesidades de la población mundial, debe ser redirigida de alguna forma a la población para su consumo, sin que ello constituya un elemento de crisis económica, social y política. De esta forma, menos personas estarán involucradas en la gran producción. Disminuirá así la composición numérica de la clase de los dueños del capital, que a pesar de ser cada vez menos, concentrarán mayor riqueza. También se reducirá el número de obreros. La burguesía y el proletariado como clases que determinan los procesos productivos, se convertirán en seres privilegiados frente al resto de la población. Su disminución numérica conlleva otros problemas sociales, que sería largo de explicar, pero daremos algunas nociones para comprender hacia dónde se dirige nuestra sociedad: a un futuro mejor o a la hecatombe.
Las relaciones sociales, la cultura, las ideologías, el arte, la moral, las diferentes ciencias, el amor, en general todas las actividades humanas, surgen de las relaciones establecidas por el modo de producción en largos procesos históricos. Es el trabajo social la fuente originaria de la sociedad humana. El trabajo ha hecho evolucionar a las sociedades desde los orígenes de la humanidad, conformando al ser social, desarrollando una subjetividad, convirtiéndolo también en sujeto social.
Pretender sacar de la producción al ser humano es quitarle su razón de ser. Es despojarlo de su humanidad, es atrofiar su subjetividad convirtiéndolo en un sujeto exclusivamente para sí. Todo esto para dejar a un pequeño grupo de privilegiados, obviamente más de la burguesía que de la clase obrera, pero igual de privilegiada ante el resto de la sociedad, para que perdure el sistema capitalista.
¿Qué pasará con esta gran masa humana improductiva? Además de transformarse en un grupo social subvalorado dejando de ser clase al quedar al margen del modo productivo, será una subclase que se insertará en un submundo “económico” en el límite o fuera de la legalidad. Subsistirá en un espacio donde prevalecerá el comercio ilegal, el contrabando, el crimen organizado, la prostitución, juegos clandestinos, narcotráfico y delincuencia, entre otras diversas formas de sobrevivencia. El Estado Social se encargará de ocupar a esta masa en cualquier cosa menos en la gran producción industrial moderna. Recurrirán a falsas doctrinas, a actividades improductivas e innecesarias que sirvan de distracción y como formas de control. En el borrador de la constitución se puede ver que el carácter restrictivo y controlador no varía mucho respecto de la constitución de 1980.
Lo paradójico es que la causa de la corrupción, de la discriminación de todo tipo, de la criminalidad, de la depredación de la naturaleza y tantos males que conocemos, son producto del sistema capitalista de producción y no hay ninguna restricción nítida contra esta. La sociedad que bajo estas teorías se irá conformando será muy parecida a la novela escrita por George Orwell “1984”: una sociedad idiotizada y adoctrinada a través de los medios de comunicación. Su razón de existencia se reducirá a la de simples consumidores de lo proveniente del modo productivo, justificando así el sistema capitalista de producción.
La futura sociedad, que el progresismo impulsa, será la de una gran masa de la población, cuyo único fin será el de ser consumidores. Al amputarle el trabajo social de su existencia no podrán autovalerse. Pasarán a ser inválidos, vulnerables y totalmente dependientes del Estado. El Estado social proveerá los bienes y servicios y garantizará un gran número de derechos, la mayoría obsoletos y otros que la gran producción capitalista irá anulando en la medida que entren en contradicción con las relaciones de producción. El principal es el trabajo social humano, que no se puede garantizar en un sistema de propiedad privada de los medios de producción. El trabajo es más que un derecho, es parte vital de la existencia del ser humano, del cual el sistema jurídico o sistema productivo no tiene derecho a disponer.
A pesar de las promesas de cumplir con las garantías a la población mediante derechos, es importante tener claro, que los derechos llevan implícita su negación, su contraparte. El derecho es la resistencia a una falencia del sistema, donde al pueblo se permite que le despojen o nieguen algo que le corresponde por el fruto de su trabajo o por naturaleza, y que, a la vez, se le otorga a otro con mayor poder. El derecho surge como forma de resolver las contradicciones del sistema favoreciendo a una de las partes y no para eliminarlas. En él va implícita la injusticia. Por ello, una propuesta de constitución plagada de derechos, constituye en la práctica, reconocer que se intenta mantener un sistema injusto, exigiendo derechos que a la vez son restricciones. Es una forma de tratar de conciliar las contradicciones antagónicas para evitar convulsiones sociales con garantías constitucionales como paliativos o placebos efímeros. Ocurre en todos los sistemas de clases. La diferencia con el socialismo es que ahí prevalece el derecho de la mayoría. Por eso no se puede generalizar la democracia. En la democracia burguesa el derecho beneficia a la burguesía, a la minoría. La democracia socialista, como toda democracia, implica algún grado de injusticia, pero es más justa que la capitalista porque favorece al pueblo.
La importancia esencial del trabajo
El ser humano actual debe su conformación en su evolución histórica al proceso de conseguir cómo alimentarse, cómo vestirse y cómo resguardarse del clima. Esta es la función del trabajo. El trabajo convirtió al ser biológico en un ser creador capaz de transformar la naturaleza para su propio beneficio. Lo condujo a evolucionar física y mentalmente, realizar abstracciones mentales y entender las leyes de la naturaleza. Del trabajo surgió la comunicación, el lenguaje, los idiomas, el arte, la escritura y la cultura. El trabajo conformó la sociedad humana, transformó al mono (y la mona) en hombre (y en mujer).
Despojarlo de la posibilidad de trabajar es hacerlo involucionar, es su regreso a la barbarie. La falta de fuentes de trabajo productivo, creador de valores de cambio, de plusvalía, conduce a la descomposición de la sociedad capitalista. Nos referimos al trabajo social y no a cualquier actividad para consumo propio. A la actividad creativa en beneficio del conjunto de la sociedad. Esto es lo que valoriza al ser humano, que lo hace un ser social y dignifica al hombre y a la mujer. Lo contrario lo deshumaniza.
En el sistema capitalista, a medida que avanza la capacidad productiva, donde un pequeño grupo es dueño de los medios de producción, obliga en su desarrollo a restringir el trabajo, hasta suprimirlo y de paso, eliminar a los competidores de su propia clase, con el fin de mantener y maximizar las ganancias. Su objetivo es que la sociedad sea funcional a sus intereses sin importar convertir a quienes la componen en esclavos modernos, no en mano de obra esclava, sino en consumidores esclavos, en verdaderos zombies o máquinas biológicas. En el desarrollo capitalista contemporáneo, esta es una de las consecuencias más abominables y que más atentan contra la existencia humana acelerando sus metas cuando se entra en una crisis como la actual, pero a la vez lleva en su seno el propio fin del sistema mercantil.
Todo ello, es producto de la propiedad privada sobre los medios de producción. La única solución es socializar los medios de producción para liberar a las fuerzas productivas. Ello libera el trabajo para su libre creación, permitiendo aportar a la sociedad, liberando a la humanidad para que avance hacia el pleno progreso, a la plena prosperidad y plena felicidad.
Cualquier teoría, que defienda el sistema capitalista atenta contra la humanidad misma, aunque ésta se llame “progresista”. Es conducir a la sociedad a una involución para que los grandes capitalistas con sus trabajadores vivan en un mundo propio y el resto de la población sean exclusivamente “máquinas” consumidoras.
¿De dónde surgirá el poder adquisitivo de esa masa improductiva? Del Estado Social que mediante la “Constitución” tendrá garantizado el consumo, pero no su participación en la producción. Esa gran masa improductiva sufrirá una descomposición social, y con ello atentará contra la sociedad misma. La educación y el conocimiento como una de las fuentes principales para alcanzar la libertad, será reemplazada por el adoctrinamiento teniendo como objetivo principal la docilidad. Lo que pretendía Hitler mediante campos de concentración, represión, asesinatos y guerras, el progresismo espera lograrlo a través de la “democracia burguesa”. Servir a la gran empresa privada, al gran capital.
En ese sentido, tanto el imperialismo belicista como el “progresismo” involucionista, nos puede llevar a la barbarie. El primero es cruel e instantáneo en lo destructivo, y el segundo es gradual pero igual de brutal.
El progresismo, la socialdemocracia, las terceras vías, el keynesianismo y cualquier otra corriente que busca mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro del sistema capitalista, esconde una perversión porque en su idealismo moral desconoce el antagonismo de clase. Con estas políticas, en momentos de crisis del capitalismo, sólo conducen por caminos de su salvación para reiniciar el ciclo hasta una nueva crisis. En épocas pasadas así ha resuelto el capitalismo sus crisis para volver a impulsar la economía capitalista. Los denominados estados benefactores siempre fueron acompañados de guerras de conquista de nuevos mercados y eliminación de la competencia.
En la situación actual de crisis generalizada y prácticamente terminal del capitalismo occidental, aparece el progresismo no como una etapa transitoria de superación del capitalismo sino de su perpetuación. El Estado Social, un hibrido entre Estado benefactor y subsidiario, es un proyecto de fortalecimiento del gran capital y ordenamiento social. En ciertas etapas de desarrollo del capitalismo (crecimiento económico), el progresismo constituye un avance importante para el pueblo, porque permite además de las mejoras sociales, crear las condiciones subjetivas para la revolución. Pero como todo tiene su contraparte, así mismo adormece las objetivas. En momentos de crisis si el progresismo no avanza por los cauces revolucionarios o se transforma en obstáculo para ello, como es el caso chileno, deviene en protector del sistema en crisis y, por consiguiente, en represor obligado al pueblo que lucha por transformaciones de fondo. Lo perverso de este proyecto es su sistematización teórica para ejecutarlo en la práctica, para hacerlo real.
Pero la realidad siempre se adelanta a la teoría. El estallido de octubre de 2019 es en gran medida la sublevación de esa masa improductiva que no quiere esta condición de vida, que exige trabajo con salario digno, educación de calidad y no adoctrinamiento, que exige fin del dominio y abuso del gran capital. Nada de esto estuvo presente en la Nueva Constitución, y por ello, el rechazo rotundo. La Convención Constituyente no reflejó el espíritu del estallido. El Pueblo fue embaucado por la clase política y su acuerdo de paz, del cual el progresismo es parte. El plebiscito no fue una disputa entre izquierda y derecha, porque ambas opciones son de derecha. Aunque sea paradójico el borrador es más aterrador y dictatorial que la Constitución vigente.
La pretensión de lograr introducir de cualquier forma este proyecto se estrellará contra el pueblo que no se deja engañar. Paradojalmente, este proyecto fue elaborado por quienes dirigieron el movimiento estudiantil de 2011 y pusieron en jaque al gobierno derechista de Sebastián Piñera. Son los mismos que exigieron un sistema educacional y salud gratis y de calidad, un nuevo sistema económico. Lo que parece una regularidad social se repite una vez más: la intelectualidad chilena abraza sentimientos rebeldes y revolucionarios hasta los treinta años, pasados los cuales se siente muy a gusto en el apacible retiro de un puesto del Estado. De alzados pasaron a ser vulgares funcionarios del sistema capitalista y lacayos de la gran burguesía y el imperialismo yanqui.
Es necesario una nueva Constitución, no para mejorar las normas de una sociedad basada en el sistema capitalista sino una ordenadora del sistema socialista. Pero previo a ello es necesario socializar los medios de producción y derrocar a la clase burguesa.
En momentos críticos del desarrollo social y político de los pueblos, el progresismo puede ser revolucionario o reaccionario. Lo hemos visto y vemos en Latinoamérica. Los que valientemente se pusieron al lado del pueblo avanzaron por la senda revolucionaria y los que sucumbieron al gran capital se transformaron en reaccionarios.
Las instituciones y valores del Estado burgués no sirven para resolver los momentos de ruptura en las sociedades con antagonismos. Son las revoluciones y las guerras los instrumentos para dirimir los conflictos objetivos que requieren saltos en el desarrollo. La democracia representativa, siendo uno de los productos más genuinos del sistema capitalista, sólo sirve para resolver los conflictos dentro del sistema, no para superarlos. El progresismo, como una variante política más de izquierda dentro del capitalismo, es incapaz de resolver los problemas estructurales del sistema en crisis. Si no se inclina por el lado revolucionario necesariamente se irá a la vereda reaccionaria.
Para terminar con este sistema oprobioso no basta un estallido como el de octubre de 2019. Es necesario que el proletariado industrial, el trabajador asalariado de las grandes empresas, la moderna clase obrera se incorpore a la lucha para terminar con el sistema burgués. Debe ocupar la primera línea, asumir el rol dirigente de todo el pueblo. Solo así se puede garantizar la victoria.
¡¡¡Chile no necesita reformas, necesita una revolución!!!