Crisis terminal del imperialismo como preámbulo de la Tercera Guerra Mundial
Ante este escenario apocalíptico, es necesario recalcar su contraparte dialéctica: toda crisis capitalista viene acompañada de una crisis revolucionaria. Son los revolucionarios quienes deben crear las condiciones para que de estas crisis emerjan revoluciones triunfantes. Hoy, el fracaso o éxito de una revolución marca la diferencia entre la barbarie, el fin de la humanidad, o un futuro esplendoroso para todos.
Crisis terminal del imperialismo como preámbulo de la Tercera Guerra Mundial
José Leiva
A 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, el mundo debate quién aportó o ganó dicha guerra. A pesar de toda la retórica que intenta tergiversar la historia, la verdad sigue siendo incuestionable. Sin embargo, hay aspectos fundamentales que se omiten deliberadamente: las verdaderas causas que llevaron a esta tragedia global.
La crisis capitalista es la causa principal de las guerras mundiales. Cuanto más profunda y estructural sea la crisis, más cruenta y sangrienta será la guerra. La conquista de nuevos mercados y territorios es una consecuencia inevitable del desarrollo capitalista. En el siglo pasado, la concentración de los monopolios, el aumento acelerado de la producción y el surgimiento del imperialismo condujeron a la Primera Guerra Mundial, debido a la estrechez de las fronteras nacionales para absorber el exceso de capital y bienes.
De manera similar, la crisis de 1929 y el Tratado de Versalles ahondaron las dificultades económicas de Alemania, lo que allanó el camino para el surgimiento del nazismo. Este régimen no solo sirvió como válvula de escape para los capitales imperialistas, sino también como herramienta para combatir la revolución socialista liderada por la Unión Soviética, cuyo origen está íntimamente ligado a la crisis imperialista de principios del siglo XX.
Hoy enfrentamos una situación análoga, pero con diferencias clave. Si en aquel entonces la crisis era de desarrollo, ahora el capitalismo ha tocado techo. Su incapacidad para seguir expandiéndose al ritmo necesario para generar beneficios ha dado lugar a una crisis terminal. El altísimo grado de productividad alcanzado por las economías más avanzadas ha llevado al afán de mantener la tasa de ganancia a cualquier costo humano, provocando la descomposición de los sistemas sociales.
La anarquía y el caos han ido ganando terreno. Economías basadas en actividades ilegales, como la prostitución, el contrabando, el narcotráfico y la criminalidad organizada, compiten directamente con el sector legal. Esto refleja la lucha entre capitales «ilegales» y capitales «legales», otro síntoma de la decadencia capitalista. Las medidas implementadas para frenar esta tendencia son inútiles porque emergen del propio sistema que las genera. En varios países, grupos organizados ilegales disputan el poder estatal a los partidos gobernantes, mientras que a nivel global vemos una lucha entre potencias imperialistas y sus lacayos.
El progresismo, tímidamente y con ambivalencia, se manifiesta igual que en todas las dictaduras capitalistas. Su falsa conciencia y moralidad lo empujan a vacilar ante el peligro de las confrontaciones sociales y guerras impulsadas por las clases dominantes burguesas. Un ejemplo claro es el de Gabriel Boric, quien apoya a Volodímir Zelensky, respaldado por sectores reaccionarios y fascistas en Ucrania. Esta debilidad ha contribuido al empoderamiento de los sectores más reaccionarios del capital.
En el mundo se va incubando una Tercera Guerra Mundial. Si la segunda fue catastrófica con pérdida de decenas millones de vidas, en una futura guerra las pérdidas humanas sin lugar a dudas serán de cientos de millones o incluso de miles de millones.
Ante este escenario apocalíptico, es necesario recalcar su contraparte dialéctica: toda crisis capitalista viene acompañada de una crisis revolucionaria. Son los revolucionarios quienes deben crear las condiciones para que de estas crisis emerjan revoluciones triunfantes. Hoy, el fracaso o éxito de una revolución marca la diferencia entre la barbarie, el fin de la humanidad, o un futuro esplendoroso para todos.
