El oportunismo y la traición a la memoria histórica
La historia de los pueblos cuenta con muchos ejemplos de aquellos que se juegan la vida por sus
convicciones y de quienes, con la misma liviandad con que navegan entre los privilegios, se
presentan como herederos de luchas que jamás hicieron suyas. En la historia de Chile, este
fenómeno se ha manifestado de manera cruda.
El oportunismo y la traición a la memoria histórica
Delfo Acosta
La historia de los pueblos cuenta con muchos ejemplos de aquellos que se juegan la vida por sus
convicciones y de quienes, con la misma liviandad con que navegan entre los privilegios, se
presentan como herederos de luchas que jamás hicieron suyas. En la historia de Chile, este
fenómeno se ha manifestado de manera cruda.
Tati Allende fue la hija de Salvador Allende que asumió en su corta vida una posición
revolucionaria. No fue una espectadora de la historia, sino una protagonista de ella,
comprometida hasta las últimas consecuencias con la revolución. Su vida y su muerte fueron
coherentes con ese compromiso. En contraste, Isabel Allende Bussi jamás estuvo cerca de la
consistencia de su padre y su hermana. Sin embargo, se ha esforzado por proyectarse como la
depositaria de un legado que no solo no le pertenece, sino el cual ha traicionado.
Lo mismo se puede decir de la ex ministra de Defensa Maya Fernández Allende, hija de Tati, quien
con total impudicia se fotografió con la generala Laura Richardson, Jefa del Comando Sur, brazo
militar de la dominación estadounidense en América Latina. Un gesto que revela, desde una
perspectiva internacionalista y antiimperialista, su alineamiento con los intereses del enemigo
histórico de los pueblos. Este tipo de figuras representan una burda distorsión de la historia: no
son continuadores de una lucha, sino de su desnaturalización.
El oportunismo no es solo una cuestión de ambición personal, sino una estrategia del sistema para
vaciar de contenido las luchas revolucionarias y presentarlas en versiones domesticadas,
aceptables para el orden establecido. Por eso, desenmascarar estos casos no es un mero ejercicio
de denuncia, sino una tarea política indispensable para reivindicar la memoria de quienes sí
estuvieron dispuestos a darlo todo por la transformación radical de la sociedad.
Por ello, ¿a quién puede extrañar que estas conspicuas concertacionistas al servicio del capital,
hayan intentado lucrar con la casa de Salvador Allende?
Es tiempo que este tipo de personajes pasen al lugar que les corresponde: al basurero de la
historia.